Nuestras resistencias al cambio

La vida esté constantemente evolucionando, y para ello destruye formas y estructuras caducas dando de esta forma espacio a lo nuevo.
Cuando aceptamos que el cambio es parte esencial de la vida, y por lo tanto inevitable, tenemos la posibilidad de crecer y avanzar. De lo contrario, si no estamos dispuestos a seguir el curso natural de la vida y nos resistimos por miedo a perder el control, nos estancamos y enfermamos.
Muchas personas no desean abandonar sus ideas fijas, y como consecuencia, el cambio se transforma en algo temido a lo que es necesario oponerse. La mayoría teme perder sus identidades personales: posición social, riqueza o poder, edad, imagen, estructuras físicas, sexualidad, atractivos, etc. Si la identidad, aquello que tu crees que eres, está asociada con identificaciones externas, el cambio se convierte en algo que despierta temor.
Nuestra vida terrena estará siempre sometida al cambio, así como a constantes muertes y nacimientos, y esto nos puede llevar a tomar conciencia de que nuestra esencia espiritual es la única que jamás ha nacido y jamás morirá. Sin el cambio, no hay manera de descubrir quiénes somos en realidad y qué es lo permanente dentro de nosotros.
Si nos concentramos puramente en el mundo exterior (la realidad del envejecimiento, la perdida del trabajo, del poder personal y del éxito financiero), esto puede llegar a consumir gran parte de nuestra energía. Si estamos centrados en el espíritu, no podremos crecer en lo personal. Si no satisfacemos las demandas de la vida mundana, permaneceremos inmaduros, incapaces de valernos por nosotros mismos ni de desarrollar la sabiduría personal que otorga la madurez y las experiencias vitales.
Lo que muchos no saben es que tanto el enfoque interior como la realidad externa pueden fundirse para dar forma a un espíritu desarrollado y un Ego fuerte y flexible. Podemos aprender a afrontar el cambio en el mundo exterior y, al mismo tiempo, basar nuestra identidad en nuestro espíritu. Este es el camino del medio.

Alvaro.